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Mi vida era un desastre, por
calificarla así, estaba llena de cosas que me satisfacían pero no me hacían
feliz. Fueron momentos en que ni siquiera distinguía entre felicidad y alegría,
esto me causó confusión y me hizo ir por un camino equivocado.
Me acuerdo tan bien el día que mi vida cambió, fue un
domingo después del Convivio 2012. Recuerdo salir de ahí y sentir algo en mi
que no era normal, claro no lo era porque yo estaba más del lado ‘‘oscuro’’ que
del lado de Dios; era esa felicidad de haberme encontrado con Jesús, si fuera
fácil de explicar lo diría, porque
estoy convencido de que hay que
vivirlo para entenderlo, no por un día,
sino por siempre.
Yo no soy ningún sacerdote, tampoco teólogo, solamente soy un joven que anhela
revivir esa fé, ese amor a Dios en los jóvenes que lo han perdido en la
actualidad y mantenerlo en aquellos que si lo viven. Mi objetivo no es dar a
conocer muchas verdades que se ignoran, sino hacer que se las vuelva a vivir y
que todos descubramos la perfecta felicidad que podemos alcanzar si somos
constantes en su búsqueda, en la cual el Señor es la llave, la clave para
encontrarla.
Para ayudar a fortalecer el corazón de las personas, me
enfocaré en el tema de la pureza. Hoy en día las personas han perdido este valor,
que es uno de los más importantes,
porque la pureza influye en nuestra felicidad. Para hablar de este
tema, no solamente he leído libros como
‘‘Masculinidad Pura’’, sino que también he asistido a charlas de Fray Nelson y
del P. Jürgen Daum.
Un estereotipo común de los hombres, sobre todo los jóvenes,
es que son seres inmaduros y sin valores que solo buscan placer; también
existen mujeres que no se hacen
valorar. Estoy escribiendo esto para
ayudar a ambos sexos a mejorar sus vidas y que se preocupen por tener un
corazón puro, ‘‘Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios’’
(Mateo 5,8).
Me da pena y me preocupa mucho la visión de los hombres
hacia las mujeres, ellas están como objetos sexuales, juguetes de placer. Yo
leí Masculinidad Pura de Jason Evert, y de ahí saqué esta frase que me llamó
mucho la atención: “Hasta que un hombre sepa que es un hombre estará tratando
de comprobar que es uno”.
¡QUE DIOS LOS BENDIGA!
Diego Farfán - 5º curso