Vida perfecta


Lilianna Márquez, lo tenía todo. Buena posición económica, una hermosa familia, un esposo que siempre estaba al pendiente. Ella era feliz. En su burbuja mágica, una vida concentrada en cuidar del hogar, de sus hijos, de su casa. 

Para la señora Márquez esto era de lo más normal, su madre solía ser la encargada del hogar mientras ella creció y como se apresuró a formar una familia no tuvo la oportunidad de terminar sus estudios. Pero eso ya no era importante, pues su esposo era perfecto: guapo, atento y con un excelente trabajo que les proveía todo. 

Pero el perfecto esposo, tenía un secreto, empezó el rumor entre las empleadas de las amistades de que el señor Márquez había sido visto un domingo en la mañana haciendo compras con otra mujer. Dicho rumor corrió hasta las señoras amigas de la familia, quienes se apresuraron a corroborar, como cualquier otra señora con ninguna ocupación en su mañana. 

Lastimosamente el chisme llegó a la casa de la familia Márquez, Lilianna no se lo podía creer. Pero el destino le obligo a abrir los ojos: el esposo llegaba muy tarde, oliendo a perfume de mujer, más feliz que lo usual. Lilianna creyendo que quedaba algo rescatable en su hogar, empezó a peinar más su hermosa y rubia cabellera, a delinear sus grandes ojos azules y a vestir ropa de mujer desesperada por recuperar a su esposo. 

Pero su belleza física no bastó para mantenerlo en casa, poco a poco el esposo perfecto se volvió en un maldito. Maldito, gritaba ella, cada vez que lo recordaba. Lagrimas corriendo por sus ojos, sus hijos, pobres hijos observando ese sufrimiento. Por un año sin ver a su padre, en condiciones de mendigos, con una madre que no sabía conservar un trabajo por más de una semana: por su mal currículo y su inexperiencia o edad. 

Vieron el primer rayito de luz al reconocer a su padre caminando en dirección al hogar, cabizbajo y arrepentido. 

Doménica Estéfano