El abuso entre compañeros de estudios desde temprana edad, es una realidad ineludible, presente en todas las épocas. No obstante, hoy en día se lo ve como si fuera un nuevo azote, lo cual es un sobredimensionamiento del problema. No es por minimizar el sufrimiento de las victimas del abuso, pero bastaría con un castigo “ojo por ojo, diente por diente” para acabar con ello, como se estilaba antiguamente, lo que lograba apaciguar el conflicto.
Si los jóvenes que gustan de humillar son castigados públicamente, haciéndolos sentir avergonzados ante sus compañeros, nunca más buscarán el abuso como medio para sentirse superiores.
Es sencillo, esta “satisfacción” desaparecerá y será sustituida por la de la vergüenza, dando como resultado el fin del problema.
Sin embargo, es mucho más interesante señalar cómo este fenómeno se ve relacionado con la evolución de la humanidad. En un inicio, la fuerza de los puños estaba sobre la del intelecto, los guerreros eran la élite. Entre la niñez y la adolescencia, se ve esta realidad en vigencia: los fuertes se burlan del débil. Pero en la adultez, el intelectualmente superior, muy probablemente será el jefe del otrora abusador. Pasamos de adorar al guerrero, a ser gobernados por el erudito.
CARLOS MIRANDA - Sexto Curso