¿Qué significa ser guayaquileño para tí?






¿Qué significa ser guayaquileño para tí?
por MARIANA NIKOLE PINOARGOTTI GARCÉS III BGU A 
Ser guayaquileña es todo. Mis costumbres y traiciones son lo que me hacen a mi ser quién soy y tener una identidad, tradiciones y costumbres que se las debo a mi ciudad hermosa. Ser guayaquileña, es sentir mi corazón pintado de celeste y blanco y sentir el deber de ser amable, amistosa y positiva como un ciudadano digno de esta ciudad. 
Ser guayaquileña es tener alma de guerrera y espíritu soñador. Es reconocer ser bendecida por pertenecer a Guayaquil. Ser guayaca es sentir amor por cada persona que forma parte de mí ciudad y de mí país y por eso sentir que todos son mi familia. Ser guayaca es tener una respuesta positiva ante cualquier situación. Ser guayaca... Ser guayaca es lo máximo!
¿Qué valores representan al hombre guayaquileño?
por RAFAEL SANTIAGO CORREDOR OLAYA III BGU C
Desde mi perspectiva de extranjero, el guayaquileño es un hombre con gran cantidad de valores, de los cuales la amabilidad es uno de los más representativos, basándome en mis experiencias personales. El guayaquileño te da la bienvenida y te recibe con una sonrisa desde el momento en que se da cuenta que tienes otra nacionalidad, puesto que la alegría, la tolerancia, el respeto y el hecho de compartir una parte de su identidad es un orgullo total para ellos.
Entre otros valores, el guayaquileño se representa por su perseverancia y empuje por querer salir adelante, pues cada vez quiere buscar nuevos horizontes que beneficien en un futuro a su ciudad y de igual manera a su país. Esto está conectado con el amor y respeto que ellos sienten a su patria y esto yo lo pude evidenciar en el exterior cuando pequeñas colonias de ecuatorianos se reúnen para compartir tiempo juntos y así no olvidar al país que los vio nacer.  
¿Qué valores representan al hombre guayaquileño?
por GIULIANA MARÍA GALLS AGUIRRE   III BGU A
El hombre guayaquileño para mi puede ser representado por muchos valores distintos. Es un honor ser un guayaquileño, ya que el guayaquileño es una persona luchadora y constante, que no se rinde fácilmente ante las distintas dificultades que puedan aparecer, sabe cómo luchar sus propias guerras y mantenerse firme antes ellas.
El guayaquileño es una persona solidaria, la cual se preocupa por el bienestar de los que le rodean y no únicamente personas, sino también animales. El guayaquileño es una persona abierta a distintos cambios, diversidad de cosas, tales como nuevas costumbres, y tiene una fácil confraternización con las personas de otras regiones.
¿Qué significa ser guayaquileño para tí?
por LEONARDO ANDRÉS ROMERO MORAN  III BGU A
Para mi ser guayaquileño significa estar abierto a lo nuevo mientras no sea MUY nuevo, ser aniñado pero no TAN aniñado, ser cholo pero no TAN cholo, ser pilas pero no TAN pilas, hacerte el bobo pero no TAN bobo; pero eso si amar DEMASIADO, hablar DEMASIADO y más RÁPIDO de lo que cualquier ser humano puede entender, comer DEMASIADO de los platos de tu ciudad que aunque suenen como combinaciones fatales y que SIEMPRE incluyen arroz blanco o pan de doce centavos pero NUNCA te cansas de probarlo y TODOS tienen su lugar preferido donde una mesa la comparten dos familias y que luego una se va a Sauces y la otra a la vía a Samborondón.

¿Qué significa ser guayaquileño para tí?
de BRYAN NICOLÁS ANDRADE DÁVALOS III BGU
A pesar de no ser guayaquileño de nacimiento sé que lo soy por dentro, no por el tiempo que he vivido acá sino por la alegría y bondad que he llegado aprender de toda la gente. Una de las cualidades que más me gusta de las personas de aquí es que saben dar una mano cuando más lo necesita la gente; que cuando tienen que ayudar no solo está una persona para ayudar sino que ves muchas y que se nota que no lo hacen por ninguna obligación.
Lo que más me ha gustado de Guayaquil fue que me dio a mi equipo y llegué a tener mucho amor y mucha felicidad al ver que a pesar de las clases sociales de las personas o las diferencias de la gente se unen todos por una razón así, me gustó mucho que me abrieran muchas puertas a mí y a mi familia, por otro lado, tengo mucho orgullo de haber representado a Guayaquil con su camisa por el deporte que amo y de decir que juego para el mejor equipo de todos, por último algo que me ha dejado sorprendido es ver los monumentos que tienen y ver cómo la gente los respeta y los admira muchos cuidándolos y como todos dicen "QUE VIVA GUAYAQUIL CARAJO".

El ser guayaquileño.
por DANNA CAROLINA GALINDO VERA II BGU A
Ser guayaquileño va más allá de haber nacido en Guayaquil, ser guayaquileño es un todo, es como que Ecuador es un cerezo que da manzanas como frutos, y las manzanas somos los guayaquileños, y precisamente por distintos. Porque en ninguna otra ciudad va a haber la misma gente con la misma actitud tan extravagante y radiante, porque en ninguna otra ciudad se disfrutará tanto de los tibios rayos del sol y del fuego que se siente en las venas cuando se está al aire libre, porque en ningún otro lugar y con ninguna otra gente la vida es tan intensa como lo es en Guayaquil. Por qué el que ama la Perla del es guayaquileño
¿Qué significa ser guayaquileño para ti?
por KLAUDIA PIERINA ALTAMIRANO ZAMBRANO  II BGU C
El ser Guayaquileño va más allá de haber nacido en esta hermosa ciudad denominada "La Perla del Pacífico", muy merecido nombre que se ha ganado debido a sus tesoros y su maravillosa gente, el verdadero Guayaquileño siente y demuestra lo que en realidad significa; es solidario y hospitalario, tiene un gran corazón así como también sabe infinidad de formas para siempre divertirse y disfrutar la vida. Aunque se le presenten problemas en el día a día sabe cómo confrontarlos y la sonrisa de su rostro jamás desaparece, está dispuesto a ayudar cuando puede y el orgullo de ser guayaco no se lo quita nadie.

Departamento de Lenguaje - LOGOS ACADEMY

El delirio de Santa




En esta época es cuando más lo recuerdo. Él era hermoso y adorable; tenía  el corazón más grande que había conocido. Recuerdo su singular risa “ JO JO JO”, su larga barba blanca y el olor delicioso del chocolate caliente, que inundaba mi hogar en estas fechas. Si, aún recuerdo… y como olvidar, si ahora lo veo en propagandas e inclusive en baratas imitaciones. Era un buen hombre y su bondad lo llevó a la locura. Recuerdo su amor por los trajes rojos de esta época y cuando me decía: “querida alista mis trajes de navidad’’… él creía que animaban las fiestas. 

Tengo grabado el recuerdo cuando lo conocí hace 50 años, tan sonriente; trabajaba en un taller de juguetes, y en navidad le gustaba trabajar horas de más para hacer unos cuantos juguetes para los niños de su barrio; yo me quedaba con él y lo ayudaba a pintarlos. Él tenía 23, yo 19. Hoy esa remembranza  trae consigo la presencia de soledad y tristeza, de saber que ya no está.

     Cuando se jubiló del taller, sufrió una gran crisis, una gran depresión. Le pedía que siga construyendo cosas y que yo las pintaría. Él solo decía la misma excusa que habían usado con el: “ya estás viejo, son nuevas máquinas, un nuevo tiempo, nadie quiere juguetes sino juegos de video y tecnología, lo lamento”. Hasta que una mañana de Diciembre se levantó como que si hubiera tenido un sueño donde renació. Se encerró en su taller, horas y horas, y yo solo lo espere despierta en la habitación; ese fue el primer día que vi el amanecer sin él. Pensando que se había quedado dormido lo fui a buscar a su taller,  y al abrir la puerta lo vi, el piso y las repisas llenas de juguetes, y era su rostro la evidencia más grande de que se escapó de la manta de Morfeo. Al acercarme vi sus manos, rojas y lastimadas; vi sus ojos hinchados, y su risa, su risa que tanto amaba, tenía cierta pizca de locura que me hizo estremecer. Tome su brazo y le dije: -       “cariño deberíamos ir a descansar”.
     
     Él  me miró con desconcierto, con sus ojos abiertos y hasta podría decir que frenéticos, tomo mi brazo y me dijo: “tengo solo este día para terminar los juguetes para todos los niños del mundo, y luego de eso entregarlos”.

En alguna situación diferente me hubiera inundado de ternura, pero fue su voz, o tal vez su mirada que hizo correr un escalofrío en mi espalda. Volví a insistir en que regrese a la cama, pues ya no era un jovencito para amanecerse así, y fue ahí cuando supe que ese sueño había despertado algo en él. Me gritó con furia y me miraba con odio y como si fuera un ser que no entendiera, me botó de su taller arrastrándome del brazo; mis pies descalzos sufrieron una pequeña cortada por vidrios regados. A veces veo la pequeña marca, y volvería a pasar por ese piso, si fuera por sentir su mano en mi brazo otra vez. Me encerré en mi habitación, furiosa y desconcertada; y olvide por completo que era nochebuena. El corte en el pie no había sido tan leve, así que intente curarlo. Alrededor de las doce, cuando me sentía mejor y mi resentimiento se había ido, me propuse bajar, a ver como se encontraba, y preparar algo de comer. Justo en ese instante, al entrar, se puso su traje rojo; ignorando mis preguntas, mi presencia, y se fue, no pude seguirlo. Llamé a la policía, le expliqué la situación, pasaron horas y horas, y no lo encontraban. Al parecer no era la única razón por la que lo buscaban, pues algunos vecinos también habían llamado; porque un loco había entrado a su casa a la fuerza, comiendo todo al paso, y destruyendo algunos adornos, pero que había dejado un regalo que hasta miedo les daba abrirlo. A eso de las 5, apunto de amanecer, lo encontramos. 

Estaba subiendo a la chimenea de una casa; y así fue como mientras todos despertaban en su mañana de navidad, yo entraba en un carro de policía, con al amor de mi vida en brazos y con una camisa de fuerza para controlarlo; pues el solo gritaba y lloraba que debía seguir entregando los regalos.

Así pasamos días y días en un centro psiquiátrico, donde vi a mi esposo desquiciarse más y más, diciendo ser alguien que no era; solicitando sus renos, elfos y trineo. La última vez que lo vi fue una mañana de Enero, parecía tanto él, que pensé que lo recuperaba. En la noche recibí una llamada telefónica que mi Santa Klaus, como él decía que se llamaba, había dicho que seguiría su trabajo como espíritu.