Poema de Navidad


¿De qué nos sirve dar regalos tan caros?
 Cuando deberíamos dar amor.
¿De qué nos sirve tener el árbol más adornado?
Si ni si quiera sabemos que significa cada adorno.
¿De qué nos sirve tener la casa más grande y decorada?
 Si esta causa desunión por su tamaño
¿De qué nos sirve decir: “Feliz Navidad”?
Si en nuestro corazón existe odio y rencor.

La navidad no debe ser un fenómeno comercial,
 Debe ser la reivindicación de nuestra fe cristiana en la
 iniciación de un nuevo ciclo con el nacimiento de Jesucristo.

La Doncella



El reloj marcaba las doce de la noche.

Ya estaba acostumbrada a ese dolor.

Se miró al espejo y, esta vez más decidida que las otras, se dispuso a salir de su departamento en las calles góticas de Barcelona.

La calle era silenciosa. Sólo se escuchaban sus tacos resonar contra el piso de piedra sucesivamente.

El sentimiento que recorría por su sangre era diferente. Sabía que esta vez no eran negocios. Esta vez era algo personal.

Entonces lo vio. Un cartel inmenso con la cara que había visto hace unos minutos en el espejo, acompañada de las palabras “Se busca”.

Se había jurado a sí misma que no volvería a suceder. No desde aquella vez en París que casi fue descubierta. Pero la venganza era la droga a la que más adicta era, y ahora más que nunca se sentía impotente ante su necesidad.
Murió más rápido de lo que se merecía. Pero cada segundo de su agonía fue puro goce para la doncella.

“Son mensajes; indirectas muy directas. Y si el mensaje no les llega, yo les haré saber”

Decía siempre ella al regresar a su departamento. Pero esta vez no dijo ni una palabra. Se limpió la sangre de su cuerpo y se deshizo de la ropa con las evidencias y se durmió serena y en paz, tal y como duerme un bebé de alma pura.

El reloj marcaba las doce del día.

Ya estaba acostumbrada a ese dolor.

Se miró al espejo y sus ojos miraron al reflejo del televisor. Otra vez ese rostro. El que vio antes, pero no ve ahora.

Escuchó la voz que estaba a sus espaldas. “Mi amigo Ricardo fue asesinado ayer. Las noticias dicen que las evidencias señalan a La doncella, otra vez. No sé hasta dónde va a llegar esta mujer... ¡Y la policía no hace nada! ¿Qué hay de nuestra seguridad?” La doncella abrazó y besó al hombre para tranquilizarlo, “¡Sólo mírala, es tan hermosa que da miedo! ¡Antes los hombres teníamos el poder! ¿Y ahora? ¡Ahora ni autoridad tenemos!” La doncella sonrió y lentamente se le acercó al oído y le susurró; “Cariño, lo único a lo que debes temer ahora, es el que me digas dónde y con quién estuviste anoche.”

Paula Palacios

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