¿Cuál es la esencia del guayaquileño?



No sé si Guayaquil hace al guayaquileño o el guayaquileño hace a Guayaquil, más por todos los comentarios oídos tanto por inmigrantes de otras provincias como por aquellos de otros países que juran sentirse guayaquileños, tengo casi la plena convicción de que Guayaquil hace al guayaquileño . Esta cálida ciudad abre su corazón a la gente e invita a la vida, inspira fe a la prosperidad producto de la comunión al convivir sin egoísmos. En Guayaquil no solo se siente, si no que se vive el rompimiento del sectarismo sembrado en el corazón de las generaciones nacientes de una conquista europea buscadora de poder y no de un servir. 

Su imponente Guayas y su estero, pujantes soberanos corren a diario hacia el inmenso océano, llenán-donos de la certeza de que nuestras almas son gotas de rio que juntas se unifican en un golfo para entregarse a un inmenso mar, lo que nos quita las vendas de los ojos para inte-grarnos como “ñaños”. En el guayaquileño no hay protocolos, hay camaradería. En el guayaquileño no hay “di-plomacia”, hay amor y verdad. Franco, valiente, entregado, abraza a su ‘’yunta” antes de tomar asiento en un banco y servirse el encebollado de la mañana, en el “huequito” del que se ha “regado la bola” y ahora tiene fama. Un partido de futbol une “más que la brujita” a los panas. 

El malecón ha sido es y será el rincón de todos, lugar de encuentros, de escapes, de fotos; inicio de un ir a “estirar el billete” en la Bahía. Falseta o genuina, es ahí donde se consigue “la parada” con la que bien “encanchinado” iras a la farra. Puerto sinónimo de aventura es Guayaquil, donde el pujante comercio caracteriza a la ciudad, porque sus mujeres y hombres emprendedores forjan sus trabajos, mujeres inge-niosas engalanan las vitrinas, al igual que parques y barrios. Son los guayaquileños el puño de una mano cuando el honor de la ciudad es por alguien mancillado. Guayaquil se forja día a día y sus habitantes imitando a Olmedo; son poetas, hé-roes, guerreros de la independencia diaria, luchadores y formadores de su destino. 

Con el persignarse diario, los guayaquileños, saben que el Cristo los acompaña y que ante el Cris-to del consuelo agachan sus rodillas soltando vanidad, ego y orgullo. Esta es la identidad guayaquileña, la de un ciudadano que siempre mira hacia adelante, que no se dejan de-rrotar fácilmente; encuentran la manera de crecer y mejorar en sus talentos día a día, conocedores de su ciudad y del esfuerzo. El guayaquileño es un ser orgulloso, trabajador, espontaneo y sobretodo acogedor. 

Valerie Bustos
9no. año de básica

¿Qué es ser Guayaquileño?





Llegar a una nueva ciudad y adaptarse a ella no es tarea fácil. Las ciudades están llenas de costumbres, tradiciones, palabras, comidas y hábitos ajenos en los cuales es complicado encajar. Personalmente, he pasado por esta situación varias veces y nunca me he sentido tan a gusto con un cambio de vida como cuando llegué a Guayaquil. Aunque no nací aquí, solo llevo 3 años viviendo en la ciudad, una gran parte de mi corazón le pertenece, y esto no es fácil de conseguir. El hecho de que una ciudad pueda enamorar a una persona en poco tiempo y hacerla sentir parte de ella, es extraordinario. Así aprendí que ser guayaquileño no es tener un papel que diga que nací aquí, ser guayaquileño es amar la ciudad, su gente y su cultura. Es vivir sus contrastes.

Es asombroso ver lo rápido que un extranjero se puede sentir parte de Guayaquil. Aquí es completamente normal que una mujer cocine algo y lo vaya a dejar a la casa de cada uno de sus vecinos, o que se organice una cangrejada y que todos estén invitados (los que se conocen para compartir un momento, y los que no, para conocerse y formar amistades). Recuerdo una vez que mi mamá estaba enferma y mis vecinas cocinaban para nosotros. Estas cosas no ocurren en todos lados, es un calor humano especial, algo que te hace sentir que perteneces aquí.

El guayaquileño mantiene un estilo de vida contrastante; ocupado y apresurado, pero relajado y tradicional al mismo tiempo. En el día todos andan apurados: los carros a exceso de velocidad y la gente que corre sudando, pero al parecer sin notar el clima a veces inaguantable que hay a su alrededor. Por lo contrario, en la noche, se ve una ciudad relajada. Habitantes tranquilos y apegados a lo tradicional. Una caminata en el malecón o en los parques, con un sabor a romanticismo porteño que yo consideraba ya olvidado, son acompañadas de un clima fresco perfecto para la noche. 

Estar en Guayaquil, es empezar los sábados y domingos con un encebollado, después de la “chupa” del día anterior. Amar la menestra, el seco de pollo, la guatita y el verde. Ir a la bahía, porque ahí se consigue todo y más barato, aunque seas un pelucón. Aguantar las farras de tus vecinos en la noche. Ver una iguana cruzando una calle en el centro totalmente transitada. Ser Guayaquileño es tomar la vida con humor, celebrarla. Es ser parte de la ciudad, amarla y vivirla tal como se presenta.

Juliana Sierra
5to. "A"



 “Tú eres perla que surgiste
del más grande e ignoto mar,
(…)
con tus bellas Guayaquil;
Guayaquil de mis ensueños.”
-Guayaquil de mis Amores, Julio Jaramillo.